¡Al agua! · Capítulo II · Crónica del Rojo

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Aquí no comienza esta historia que os vamos a contar. Esta crónica presentada en capítulos desordenados que publicaremos a lo largo de los próximos meses se convertirá con el tiempo en un intenso documental. De momento toca disfrutar de esta parte del viaje…

CAPÍTULO II: ¡AL AGUA!

Sonaba el despertador y nos desperezábamos poco a poco. El cansancio de un largo viaje cobraba su peaje. Nos acostamos pronto y el barco nos meció en la noche estrellada haciendo que durmiéramos como niños. Lo necesitaríamos; y tanto. Nos esperaban cuatro inmersiones diarias y teníamos que estar en óptimas condiciones para afrontar el reto, aunque ese primer día sólo serían 2.

Los buceadores íbamos apareciendo por los pasillos, buscando una taza de té caliente, bebida que por cierto fue la más solicitada, salvo por algún que otro cervecero que también supo aprovechar la nevera del barco…

A las seis sonaba la campana y en pocos minutos estábamos todos puntuales en el comedor, con caras de sueño pero ansiosos de recibir las primeras indicaciones. Noemí, sería una de nuestros guías en las inmersiones junto a Farid y Tamer. Encajada sin esfuerzo alguno en la esquina de la repisa junto al televisor, Noemí nos explicó en el primer “breafing” las peculiaridades y recomendaciones de nuestro primer buceo. Fondeamos la noche anterior en la bahía de Gordon, zona donde bucearíamos por la mañana. La primera inmersión sería “El templo”, rondando los 30 metros de profundidad máxima. Y tras las precisas y necesarias indicaciones, por fin, a ponernos los neoprenos, configurar los ordenadores en nitrox y lanzarnos al agua en los grupos convenidos, cada cual acompañados de los guías que pronto se ganarían nuestros corazones.

Mientras el aire de nuestros chalecos se vaciaba nos íbamos sumergiendo en un auténtico espectáculo de la naturaleza. Una visibilidad excepcional vaticinaba las maravillas que estábamos por descubrir. Cientos, miles, millones y millones de peces nos aguardaban en el descenso. Los arrecifes de coral y las grandes paredes que descendían hacia el gran azul estaban plagadas de vida por doquier. No hay imagen, ni verso ni palabra que pueda describir con precisión las innumerables maravillas que se ofrecían ante nuestros ojos. No hay poesía ni canción que pueda relatar la sensación nos invadía a todos y cada uno de nosotros mientras nos deslizábamos por las aguas del Mar rojo. Pez payaso, barracudas, un gigante Napoleón, la visita inesperada de un banco de atunes. La lista sería interminable. Juzguen ustedes mismos.

La emoción se apoderaba de la popa del Blue Force 2 mientras nos quitábamos los equipos, con la inestimable ayuda de un profesional staff que en todo momento nos ayudaba con los equipos. Los comentarios volaban en forma de gritos de un lado al otro del barco, las preguntas sobra lo que habíamos visto y lo que no… Muestras en las cámaras de fotos, éxtasis, alegría, inmensas sonrisas en las caras, todo era alucinante y no había hecho nada más que comenzar.

A los pocos minutos tocaba la campana. Qué sonido maravilloso!!! Un espectacular buffet libre nos aguardaba. Estábamos en manos del mejor cocinero del mundo, el maestro Husein, ¡qué suerte la nuestra! Tras una merecida siesta y mientras el capitán Tarek nos dirigía a la zona de Tirán, sonaba de nuevo la campana para hacer que los buceadores nos reuniésemos de nuevo en el comedor para recibir el consabido breafing sobre nuestra próxima inmersión: Gordon.

Al poco rato estábamos de nuevo buceando asombrados ante el espectáculo único que la madre naturaleza nos ofrecía. Un vergel de vida natural y vegetal ante nuestros ojos, de vida grande y pequeñita, de vida colorida y alegre, de vida con mayúsculas. De nuevo en cubierta sonaba la campana y al poco rato estábamos cenando en el comedor, sabedores de nuestras suerte.

De esto modo nos vimos poco a poco absorbidos por una rutina de descanso, buceos y comida, aderezada con buenas dosis de humor, canciones y nuestro ya famoso himno grupal: “El choque de prepus”, que se fue extendiendo poco a poco desde el grupo a la tripulación, para disfrute y algarabía de todos. Thomas Reef, Gordon, Laguna, las inmersiones se sucedían, 3 diurnas y una nocturna cada día en un bucle perfecto.

El coral, los arrecifes, las anémonas hogar del pez payaso, hasta las paredes que descendían al abismo del azul parecían cobrar vida. Especias desconocidas, bancos de túnidos, enormes tortugas, pequeños nudibránquios, peces escorpión…

Era innumerable la cantidad de especies que aparecían ante nuestros ojos. Jakcson Reef, Wood house roof, Yolanda Reef, Beacon Reef… Las inmersiones se sucedían entre Tirán y la bahía de Ras Mohamed, el sol brillaba y la campana marcaba el paso de nuestros días.

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