No puedo vivir sin ti · Capítulo Final · Crónica del Rojo

publicado en: Ocio, Submarinismo | 0

Aquí finaliza esta historia. Esta crónica presentada en capítulos desordenados que hemos ido publicando a lo largo de este pasado año y que se ha convertido con el tiempo en un intenso documental. Esperamos que hayáis disfrutado de nuestro viaje.

CAPÍTULO IV: NO PUEDO VIVIR SIN TI

“No hay manera, no quiero estar sin ti, no hay manera”… La canción seguía meciendo nuestros oídos y la hermandad se había apoderado del barco. Las inmersiones y los días se sucedían; Dunraven, Ras Mohamed… El espectáculo continuaba cada día en forma de cuatro buceos, deliciosas viandas y mucha diversión. Los “Choques de prepús” se hacían hasta debajo del agua. El Staff mantenía su profesionalidad y sentido del humor. Camaradería, simpatía y alegría. Esas eran nuestras banderas.

Pero el viaje llegaba a su fin y el capitán Tarek nos acercaba al puerto de Sharm el-Sheij para pasar la última noche en la que tuvimos un pequeño sobresalto. De madrugada sentíamos que el barco se movía en contra de lo que nos habían explicado antes de acostarnos, pues dormiríamos en puerto para desembarcar al día siguiente. Una inesperada tormenta nos sacudía y movía el barco de manera violenta. El sonido de algunas botellas cayendo nos despertó mientras el capitán nos llevaba a un lugar más seguro. En apenas una hora atracábamos de nuevo sin mayor dificultad. Tan sólo una anécdota en el viaje que llegaba a su fin.

Fue extraño poner el pie en tierra tras 8 días de navegación. Al menos yo nunca había estado tanto tiempo embarcado y me sentí extraño al caminar en el puerto deportivo de Sharm el-Sheij, esperando a que el autobús que iba a recogernos nos llevase de nuevo al mismo hotel que nos recibía el primer día.

Nos despedíamos con tristeza de toda la tripulación pero con la firme promesa de volver a vernos algún día. Y es una promesa que al menos en mi caso, cumpliré.

Una copiosa comida de hermandad en un restaurante recomendado por Tamer que no nos decepcionó, era la guinda del pastel para un viaje perfecto, sin fallos ni fisuras, sin malos recuerdos que llevar a casa.

Tras un interminable desfile de controles en el aeropuerto nos encontrábamos de nuevo en el avión camino de Madrid, tras una corta parada de nuevo en Estambul.

En el aeropuerto los abrazos sinceros servían de despedida de un viaje que a buen seguro nos ha marcado a todos para el resto de nuestras vidas. El viaje de nuestros sueños, hacia el Mar Rojo, hacia el Gran Azul.

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